Un revelador e histórico experimento muestra con ridícula claridad cómo
nuestra individualidad se diluye ante la conducta multitudinaria y
cedemos fácilmente ante la presión social, aunque esta nos haga ir en
contra de la más elemental lógica: el comportamiento de masas es
profundamente irracional.
En 1962 el reconocido psicólogo social Solomon Asch se confabuló con el
equipo del programa 'Candid Camara' para demostrar como las personas se
conforman a la norma.
La facilidad con la que una persona modifica su
conducta para conformarse con la de un grupo hace pensar en que se trata
de un truco o una broma o que es una farsa. Pero esto sólo ocurre porque
observar cómo se diluye la individualidad resulta cómico y francamente
ridículo cuando no estamos dentro de ese grupo –si un individuo ve este
video en un grupo en el que nadie ríe, probablemente ese indiviudo no
reirá. Tomamos conciencia al observar desde fuera nuestra conducta
grupal que la realidad colectiva, la del experimento o la de fuera del
experimento, es la farsa de la individualidad.
Este mismo experimento fue replicado en la Universidad del Sur de
Florida con los mismos resultados: una persona en el ascensor ante la
amenaza de marginarse del grupo actúa conforme a la norma, aunque la
conducta que imita sea anormal.
El poder que tiene la presión social para transformar nuestra conducta
fue investigado por Solomon Asch en una serie de experimentos que dieron
lugar a lo que se conoce como “el Paradigma de Conformidad Asch”.
En
otro experimento una serie de participantes fue colocado en un grupo en
el que había entre 5 y 7 confederados (personas que sabían el verdadero
propósito del experimento). A los participantes se le mostró una tarjeta
con una línea seguida de otra tarjeta con tres líneas A, B y C.
Luego se les pidió a los participantes que dijeran cuál de las tres líneas
en la segunda tarjeta coincidía con las que se les había mostrado
primero.
Los participantes “reales” respondían al final. En la primera
fase los confederados daban respuestas correctas, las cuales eran
obvias. En la siguiente fase los confederados empezaron a responder
equivocadamente. En el grupo de control, solo un participante de 35 dio
una respuesta incorrecta. En el grupo en el que los confederados
dictaron, 75% de los participantes dieron respuestas incorrectas.
Este interesante experimento muestra que fácilmente vemos la realidad
como la ven los demás, aunque su visión sea completamente errónea. No se
necesita ser muy perspicaz para descubrir las implicaciones y
extrapolaciones que tiene esto sobre nuestra experiencia cotidiana
psicosocial. La realidad que experimentamos es más el resultado de una
suma colectiva (de percepciones y creencias) que de un análisis
objetivo del mundo fenomenológico.
El experimento del ascensor se repite
en microdosis constantemente en nuestra cotidianidad y a lo largo del
tiempo crea una imagen que substituye al mundo. Vemos con todos los ojos
que han visto. Y nos movemos hacia donde se mueven todos antes. Es
parte de nuestro deseo de pertenencia, y de nuestro entrelazamiento como
especie: ¿pero acaso no quieres ser el único que mira hacia el frente
cuando todos dan la espalda?
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